Parajes
desolados unen nuestras voces en un eco replicante de vida, lleno de
tradiciones, de nuestra vida forjada bajo el desértico aroma de nuestras
tierras y extraÃda de aquellos tesoros que muy pocas veces nos atrevemos a valorar,
aquellas raÃces de quienes llevaron en su sangre la idea firme de que cada dÃa
amparados por el amor de Dios la vida seria mejor.
Cada
tradición nace de la sabidurÃa popular de nuestra gente, de aquel conjunto de
bienes culturales que cada generación hereda de las anteriores, de aquella
preciada herencia que nuestros Padres y Abuelos dejaron como esencia de vida,
como costumbre familiar y social, aquel legado que aun en nuestros dÃas florece
en medio del desierto en una singular explosión de recuerdos propios de nuestra
Tierra de sol y cobre.
Somos
entonces fruto de aquellas raÃces fundadas en la fe, de aquel caminar Cristiano
que como pueblo de Dios mantenemos dÃa a dÃa, de aquel esplendor que renace
cada fin de año en espera de Jesús hecho hombre, que humilde en un pesebre
llena miles de corazones esperanzados y atentos a su llamado.
AsÃ,
en medio de una fecha que marca un antes y un después en la vida diaria, es que
logramos descubrir de los ecos profundos de nuestra gente aquellas tradiciones
que aun en el tiempo mantienen vivos los mas bellos tesoros propios de nuestra
Ciudad, aquellas hermosas formas de expresión que se han hecho parte de la
identidad de una ciudad creciente, dentro de una cultura en desarrollo pero que
en el fondo aun intenta aferrarse a aquellos sentimientos que ya por cerca de
una década ha movido nuestra fe.
Aparecen
entonces esparcidos pero nunca olvidados, ni por formas, ni por sectores,
aquellos pesebres que nos invitan a ser parte de algo mas que una tradición,
nos invitan a ser parte de una entrega familiar, de un regocijo de buenos
sentimientos, de alegrÃas y de ganas de compartir, y como no compartir esta
celebración?... si estamos rodeados por la gracia de Dios.
Aquel
pequeño niño a imagen y semejanza de nuestro amor a Dios nos acoge con su
ternura y espera con ansias la llegada de su celebración, los preparativos son
extensos pues para el año venidero cada familia debe volver a prepararse para
enaltecer la gloria de Dios en su Nacimiento, una preparación que es parte de
nuevas semillas y que germina en la entrega plena del alma, por ello nos
llamamos miembros de Dios hecho hombre, pueblo cuya religiosidad popular forja
bajo el amparo eclesial los llamados Nacimientos en Calama.
Son
llamados Nacimientos por su contexto central “El nacimiento de Jesús” y por
sobre todo por ser parte esencial de un renacer de esperanza, de aquella
percepción de emociones que nos recuerdan en la imagen de la sagrada familia
Jesús, MarÃa y José, aquel amor profundo que como familia debemos mantener.
Abiertos
a la comunidad la preparación de cada nacimiento comienza mucho antes en donde
todos los detalles son analizados por las comunidades, familias y bailes
religiosos que componen estos mismos, la coordinación económica junto a los
proyectos y metas por alcanzar logran su pleno efecto llegando la fecha tan
esperada “Noche Buena”, pero, no todo es tan simple como para llegar a esa
noche esperada todo un año, hay también una gran preparación espiritual que
logra sensibilizar y educar en la fe a los integrantes de estas expresiones, es
asà que al termino del mes de MarÃa comienzan las ultimas diligencias para la
apertura del nacimiento.
Llegando
el dÃa 16 de diciembre se da pie a la
Novena del niño Jesús, tradición que nos llama a preparar
nuestro espÃritu para recibir de los brazos de MarÃa a su hijo amado, aquel
nacido en Belén, son nueve dÃas en que aquellas antiquÃsimas figuras de nuestro
pesebre son instaladas en nuestro Nacimiento, nueve dÃas en que la sabidurÃa
del tiempo y de quienes siguen esta tradición pasa a ser enseñanza para las
generaciones venideras, en donde la mistura de recuerdos y significados queda
latente en la retina de hijo y nietos.
Cada
dÃa con un significado especial, acompañando a la sagrada familia en oración,
recorriendo junto a ellos los parajes bÃblicos de la anunciación, el viaje a Belén
y la nobleza de José, asà hasta llegar a su nacimiento el dÃa 24 de diciembre.
La
llegada de Jesús en medio de cantos se celebra en su máximo esplendor en la
“Misa de Gallo”, oficio tradicional de la iglesia y celebración máxima de la fe
de un Pueblo atraÃdo por la esperanza de la celebración junto a la comunidad y
por sobre todo por el compartir familiar, aquella misa del reencuentro, de
cantos alegres llamados villancicos y miles de imágenes de Jesús que datan de
añosos esfuerzos por sobrevivir en medio del silencio.
Victor Aguilera Ildefonso
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